La generación de campos electromagnéticos de teléfonos y redes wifi se ubica en la categoría “2B”, que señala posibles cancerígenos, para quienes están expuestos por su uso constante
Utilizar el teléfono móvil supone recibir una radiación, e igual ocurre por el uso del televisor o el microondas, al caminar bajo los rayos del sol o al trabajar frente a una computadora, pero son los niveles y tiempos de exposición los que determinan el posible grado de afectación a la salud.
Ese fue el principio que en febrero de 2006 llevó a la Comisión Internacional para la Seguridad Electromagnética (ICEMS) a proponer una fecha anual dedicada a tomar conciencia de los riesgos de la exposición continua y la necesidad de regulación: el 24 de junio, como Día Internacional contra la Contaminación Electromagnética.
“Nuevas evidencias acumuladas indican que hay efectos adversos para la salud como resultado de la exposiciones laboral y pública a los campos eléctricos, magnéticos y electromagnéticos, o CEM, en los niveles de exposición actuales”, advirtieron los expertos del ICEMS en su Conferencia Internacional realizada aquel año en Benevento, Italia.
Las ondas electromagnéticas se producen cuando partículas en movimiento de un campo eléctrico (voltaje) se cambian o se mueven juntas con las de un campo magnético (flujo de corriente).
No se aprecian a simple vista, pueden ser naturales como las cargas de una tormenta eléctrica, o generadas por el humano como la energía eléctrica o las ondas para la transmisión radial, televisiva o telefónica.
Solo en 2006 la Organización Mundial de la Salud (OMS), reportaba la operación en el mundo de más de 1.4 millones de estaciones de base para transmisión de radiofrecuencias -que con apoyo de antenas fijas facilitan la comunicación móvil-, y advertía un aumento con el desarrollo entonces de tecnologías de tercera generación, superadas con el reciente lanzamiento de la 5G.
Pero esa creciente demanda de electricidad y el desarrollo tecnológico aumentan también la generación de fuentes artificiales de campos electromagnéticos, y por tanto la exposición “a una combinación compleja de campos eléctricos y magnéticos débiles, tanto en el hogar como en el trabajo”, explica la Dirección General de Salud Pública de Madrid.
Los resultados ascendentes en la medición de exposición a radiofrecuencia como las redes de wifi, todavía no superan normas internacionales, aunque sí indican para algunos una advertencia para la mayor regulación sobre todo para evitar exposiciones prolongadas y reducir el uso cuando sea posible.
Aclaran que la radiación que emiten los campos electromagnéticos puede ser no ionizante, como ocurre con las frecuencias radiales de amplitud modulada, las televisivas o las de un teléfono móvil.
Un equipo de cómputo puede trabajar a una frecuencia de 60 a 100 hertz (Hz), un televisor de 54 a 700, un aparato de radio de 520 Hz a 108 mega Hertz (MHz), un horno de microondas de 3.0 a 30 Giga Hertz (GHz), la señal de Wi Fi de 2.4 hasta 5.8 GHz y un teléfono móvil en un rango de 1.9 a 2.2 GHz.
Las radiaciones ionizantes y que pueden causar daño directo al ADN o a las células son las que se presentan a mayores frecuencias: una radiación diagnóstica como es el caso de los Rayos X, con un rango de 5.0 a 50 Exa Hertz (EHz), y las terapéuticas de 500 a 5000 EHz.
De acuerdo con la clasificación de la OMS y de la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer, la generación de campos electromagnéticos de teléfonos y redes wifi se ubica en la categoría “2B”, que señala posibles cancerígenos, para quienes están expuestos por su uso constante.
Para David Carpenter, del Instituto de Salud y Medio Ambiente de la Universidad de Albany, Estados Unidos, “basándonos en la ciencia actual, creemos que una epidemia de cáncer en el futuro es posible como resultado de un uso incontrolado de teléfonos móviles, tecnologías wifi y otros dispositivos inalámbricos”.
De ahí que sean frecuentes algunas recomendaciones básicas, como mantener el teléfono móvil en modo avión el mayor tiempo posible o durante el sueño; preferir cable sobre wifi para la conexión a Internet, reducir uso de auriculares e inalámbricos, alejar de las habitaciones aparatos electrodomésticos y evitar el uso de móviles junto a bebés o menores de edad.
Al mismo tiempo, y como resolvió la ICEMS desde su conferencia en 2006, “Aproximación al Principio de Precaución y los Campos Electromagnéticos: Racionalidad, legislación y puesta en práctica”, aplicar mayor inversión para el examen puntual de riesgos potenciales a la salud pública por la exposición a campos electromagnéticos.