Los investigadores se dieron a la tarea de estudiar cómo el tabaquismo y la genética interactúan para influir en el IMC
Los patrones de metilación del ADN relacionados con el tabaquismo explican alrededor de una quinta parte de la variación del índice de masa corporal (IMC) entre individuos, según un estudio publicado el 9 de septiembre en la revista de acceso abierto PLOS Genetics, dirigido por Carmen Amador, de la Universidad de Edimburgo, en Reino Unido.
Amador y sus colegas analizaron los datos de la secuencia genómica de más de 390 mil participantes británicos de raza blanca inscritos en las bases de datos Generation Scotland o UK Biobank para investigar cómo el tabaquismo y la genética interactúan para influir en el IMC y otros rasgos relacionados con la obesidad.
Descubrieron que el hábito de fumar declarado por los propios participantes explicaba el 2 por ciento de la variación del IMC, mientras que la genética explicaba el 50 por ciento de la variación, y otro 10 por ciento se explicaba por la interacción entre el hábito de fumar y la genética.
También hallaron que el sexo desempeñaba un papel importante: la interacción entre la genética y el tabaquismo explicaba más la variación de rasgos como el peso y el porcentaje de grasa corporal en los hombres que en las mujeres.
Para un subconjunto de ocho mil 821 participantes de la Generación Escocia, los investigadores repitieron el análisis utilizando datos de metilación del ADN como medida de exposición al tabaco.
Así, comprobaron que el estado de metilación en 62 sitios de metilación previamente vinculados al consumo de tabaco era capaz de explicar el 22 por ciento de la variación del IMC entre individuos.
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Se sabe que el índice de masa corporal tiene un gran componente genético, pero la contribución de los factores ambientales es menos conocida.
Los autores afirman que los biomarcadores, como la metilación del ADN, pueden ser indicadores más precisos de los factores ambientales que los datos autodeclarados y podrían utilizarse para investigar la influencia de otras variables de estilo de vida difíciles de medir en enfermedades como la obesidad.
“Nuestro estudio pone de relieve el potencial del uso de biomarcadores como medida del entorno y el estilo de vida pasados de un individuo, y también sugiere que el entorno que experimentamos puede tener efectos a largo plazo al alterar la forma en que nuestra composición genética influye en nuestra salud y rasgos relacionados”, concluye Amador
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CAB