Cremar los retsos de un paciente expuesto a radiofármacos, volatiliza su efecto y resulta en una mayor exposición a los demás, incluso que desde un paciente vivo
Hace unos dos años nadie en un hospital de Arizona sabía que los restos mortales de un fallecido de cáncer de páncreas de 69 años, a quien acaban de cremar, podrían afectar tanto a trabajadores como a pacientes de ese centro médico.
De hecho, solo un día antes de su muerte, le habían inyectado un compuesto radioactivo en otro hospital para tratar su tumor, y cuando se incineraron sus restos, esta dosis radioactiva y potencialmente peligrosa de lutecio Lu 177 aún estaba dentro de su cuerpo, cuenta el portal ScienceAlert.
El alarmante caso, revelado esta semana tras una nueva investigación, ilustra los riesgos colaterales que potencialmente representan el promedio de 18,6 millones de procedimientos de medicina nuclear que involucran radiofármacos realizados en los EE.UU. cada año.
“Los radiofármacos presentan un desafío de seguridad post mortem único y a menudo pasado por alto”, explican los investigadores de Mayo Clinic en su estudio publicado este martes.
“Cremar a un paciente [fallecido] expuesto volatiliza el radiofármaco, que luego puede ser inhalado por los trabajadores (o liberado en la comunidad adyacente) y resultar en una mayor exposición [a los demás] que desde un paciente vivo”, señala el estudio.