A 31 años del primer trasplante exitoso de corazón en México

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A 31 años del primer trasplante exitoso de corazón en México
A 31 años del primer trasplante exitoso de corazón en México

El primer trasplante de corazón exitoso en México sucedió el 21 de julio de 1988 y fue posible por la habilidad y experiencia de Rubén Argüero Sánchez

El 27 de febrero se conmemora el Día Mundial del Trasplante, fecha que busca hacer conciencia sobre la importancia de la donación de órganos entre la población.

El Centro Nacional de Trasplantes (Cenatra) calcula que en México se realizaron mil 538 operaciones de este tipo. Los números lucen prometedores, sin embargo, se encuentran lejos de cubrir la demanda: en nuestro país más de 21 mil personas están a la espera de un órgano que mejore su calidad de vida.

Aunque la disparidad entre números parezca alarmante, hace unos años era impensable poder realizar esa cantidad de intervenciones quirúrgicas. Por ejemplo, han pasado poco más de 30 años desde que se realizó el primer trasplante de corazón.

El primer trasplante de corazón exitoso en México sucedió el 21 de julio de 1988. Fue posible por la habilidad y experiencia de Rubén Argüero Sánchez –académico de la Facultad de Medicina de la UNAM– y de un equipo de especialistas del Centro Médico Nacional La Raza del IMSS, quienes trabajaron para colocar el órgano cardiaco de Eloísa Pacheco, joven que acababa de morir, en José Fernando Tafoya Chávez, de 45 años.

“Eran las 5:30 de la mañana de un jueves de 1988 y yo operaba a la hermana de un médico, porque a las 10 tenía una reunión para iniciar el programa de marcapasos”, recordó el universitario.

Como a las 7:30, Argüero recibió la llamada de un cirujano para informarle que había un donador de corazón, una mujer con muerte cerebral. Tenía un tumor no maligno no extirpado por completo.

“Ahí empezó todo. Me comuniqué con la jefa de servicios médicos, quien tras algunas llamadas más nos autorizó la cirugía. En ese instante entré en pánico; pero no podía fallarle a mi grupo, con el que trabajaba desde hacía un trienio. Fue un miedo mezclado con responsabilidad y compromiso lo que nos llevó a lo ya previsto.”

Los especialistas valoraron a la paciente y determinaron que era ideal para trasplante y se habló con su familia para autorizar la donación. Había tres receptores posibles, a los que se les practicaron pruebas de histocompatibilidad (en aquella época esto sólo lo hacía una persona).

“Como a las 4:30 de la tarde nos informaron que de los tres, Tafoya Chávez era el más adecuado. Fuimos rápidamente a la habitación del candidato, quien estaba acompañado de Lupita, su esposa. Con señas le hice entender ‘ya tenemos el corazón’ y ella me indicó que se lo comentara a su marido”, relató Argüero Sánchez y rememoró:

José Fernando leía el periódico de cara a la ventana y tras darle la noticia se quedó en silencio. Le dije, usted decide si nos la jugamos. Bajó el diario y respondió: “el único que se la va a jugar soy yo…” Después agregó que a eso había ido, “así que, ¡órale doctor!”

Mucho antes de la operación, a Eloísa Pacheco se le bajó la presión y los cirujanos tuvieron que extraerle el corazón y ponerlo en hielo. En ese momento no había a quien trasplantarlo; el receptor no estaba preparado.

“Eliseo Portilla, Omar Sánchez y yo nos quedamos en silencio pensando en qué pasaría con este órgano, no había nada en el mundo más importante que colocarlo. La intervención inició a las 7:30 de la mañana, cuando nos avisaron que teníamos donador. Ahí empezó el proceso de selección del paciente, de cuidar y vigilar que no le bajara la presión a quien haría la aportación y de llevarlo, entre algodones, a terapia intensiva”, recuerdo el cirujano, quien en marzo próximo cumplirá 83 años.

En el quirófano había no menos de 30 personas: cardiólogos, enfermeras, técnicos, anestesiólogos e instrumentistas. “En este grupo hasta los intendentes tienen un papel esencial: la limpieza, la ropa, la cubetita, el frasquito, el hielo. No podemos menospreciar a nadie”, expresó.

Cerca de las siete de la tarde comenzó la cirugía, que terminó cuando el corazón latió. “Eran las 10:03 de la noche, fue un instante inolvidable”. Sin embargo, éste tardó en arrancar. “Cuando uno quita las pinzas de la aorta lo normal es que la sangre corra y empiece a palpitar; pero demoró 18 minutos, los más largos de mi vida. En el quirófano todos estábamos expectantes, en silencio. Sentía mi estómago perforado por la angustia. Estaba seguro de que iba a ponerse en marcha, pero no sabía cuándo”, recordó .

Mientras, no dejaba de repasar la película de la operación en busca de “qué me faltó, en qué fallé”. Cuando latió, todas las emociones fluyeron, compartió el médico cirujano.

Cuando el señor Tafoya se fue a su casa, su vida cambió porque por mucho tiempo había estado en cama…, después de la intervención volvió a trabajar, a hacer su vida familiar y social.

“Murió al año y medio por una infección estomacal”, recordó el reconocido cirujano.

De 1988 a la fecha se ha avanzado bastante en los trasplantes, desde la selección del donador y receptor hasta en los fármacos para terapia intensiva. Ahora se sabe si un paciente que va a recibir un órgano tiene alterado su metabolismo en sodio y va a fallecer, subrayó Argüero Sánchez.

Ahora, concluyó el galeno, a la “distancia tengo más entusiasmo y mayor compromiso. Estoy en la mejor universidad, en el mejor departamento y sumado a muchos grupos de trabajo. En la UNAM pueden hacerse muchas cosas en beneficio de los demás.”

Con información de la Gaceta UNAM

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