La COVID-19 ha generado afecciones mentales como ansiedad y depresión en jóvenes que son propensos a desarrollar conductas suicidas y autolesivas
La soledad, el miedo a la infección, el sufrimiento, las preocupaciones financieras y la muerte provocaron un aumento del 25% la ansiedad y depresión en el mundo durante el primer año de la pandemia por Covid-19, según un informe científico publicado este miércoles por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Los jóvenes se encuentran entre los grupos más afectados, especialmente aquellos entre 20 y 24 años, quienes corren un riesgo desproporcionado de comportamientos suicidas y autolesivos.
Además, las mujeres se han visto más afectadas que los hombres y que las personas con condiciones de salud física preexistentes, como asma, cáncer y enfermedades cardíacas, tenían más probabilidades de desarrollar síntomas de trastornos mentales.
Entre los principales factores se encuentra el estrés sin precedentes causado por el aislamiento social, así como las limitaciones en la capacidad de las personas para trabajar, buscar el apoyo de sus seres queridos y participar en sus comunidades.
Igualmente, la soledad, el miedo a la infección, el sufrimiento y la muerte de uno mismo y de los seres queridos, el dolor después del duelo y las preocupaciones financieras han aumentado el estrés que lleva a la depresión y ansiedad.
Entre los trabajadores de la salud, el agotamiento ha sido un desencadenante importante de pensamientos suicidas.
Asimismo, la falta de acceso a servicios de salud mental tuvo un papel importante. Durante gran parte de la pandemia, los servicios para afecciones mentales, neurológicas y por uso de sustancias, así como otros servicios de salud mental, incluida la prevención del suicidio, fueron los más interrumpidos entre todos los servicios de salud esenciales informados por los Estados Miembros de la OMS.
El Atlas de Salud Mental más reciente de la OMS mostró que en 2020, los gobiernos de todo el mundo gastaron en promedio poco más del 2% de sus presupuestos de salud en salud mental. Además, muchos países de bajos ingresos informaron tener menos de 1 trabajador de salud mental por cada 100 mil personas.
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La OMS detalló que, a fines de 2021, la situación había mejorado un poco, pero actualmente “demasiadas personas siguen sin poder obtener la atención y el apoyo que necesitan para las afecciones de salud mental preexistentes y las nuevas”.
“Si bien la pandemia ha generado interés y preocupación por la salud mental, también ha revelado una inversión insuficiente histórica en los servicios de salud mental. Los países deben actuar con urgencia para garantizar que el apoyo a la salud mental esté disponible para todos”, reiteró Dévora Kestel, directora del Departamento de Salud Mental y Uso de Sustancias de la OMS.
Asimismo, las personas con trastornos mentales preexistentes no parecen ser más vulnerables a la infección por COVID-19. Sin embargo, cuando estas personas se infectan, es más probable que sufran hospitalización, enfermedades graves y la muerte en comparación con las personas sin trastornos mentales. Las personas con trastornos mentales más graves, como psicosis, y los jóvenes con trastornos mentales corren un riesgo especial.
“La información que tenemos ahora sobre el impacto de Covid-19 en la salud mental del mundo es solo la punta del iceberg”, afirmó el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS. “Esta es una llamada de atención a todos los países para que presten más atención a la salud mental y hagan un mejor trabajo para apoyar la salud mental de sus poblaciones”.
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CAB