La libertad es la conciencia progresiva de tener cierto control sobre la propia vida, con un aumento de la confianza personal y un sentimiento de satisfacción y competencia
El mundo actual nos hace pensar que podemos tener, lograr, y disfrutar más de lo que es humanamente posible. No, no somos súper héroes, ni todopoderosas. Aún así tenemos un gran margen de acción para tener una vida plena y satisfactoria, claro está, siempre que adecuemos nuestras aspiraciones a nuestras posibilidades, y nuestras acciones a nuestros objetivos.
No hablo de adoptar una postura de resignación, esto implicaría tolerar pasivamente lo que “nos tocó”. Menos aún supongo que hemos de “tragarnos” creencias erróneas y adaptarnos a roles asignados que nos limitan y nos acotan. Para mí el camino a la libertad implica aceptar y actuar con base en realidades.
Aceptar es vivir en el presente, asumir su movimiento y promover el curso del mismo validando nuestros deseos, necesidades, intereses y valores. Y actuar significa realizar acciones concretas que nos permitan asumir el protagonismo de la propia vida.
El nudo que genera la dependencia es justo ir como veletas moviéndonos por donde “el viento nos lleve” y someternos a los deseos (y a veces neurosis) de quienes nos rodean con casi ningún margen de elección de nuestro porvenir.
¿Por qué anhelamos tanto la conquista de la libertad?
El hilo conductor del psiquismo humano es reconocernos y legitimarnos como “sujetos deseantes”. Así como el esqueleto sostiene y estructura al cuerpo, la capacidad de desear es el eje que configura nuestra identidad y da sentido y significado a nuestro proyecto de vida. ¿Qué quiero? ¿Qué necesito? ¿Qué sueño?
Es fácil sucumbir a los deseos ajenos con el fin de agradar, de sentir que pertenecemos y de experimentar así cierta seguridad.
De manera particular, la sociedad patriarcal nos ha entrenado a las mujeres para descifrar los deseos ajenos (de padres, maridos e hijos) a tal punto de dificultarnos –sino hasta imposibilitarnos en ocasiones– descifrar los propios.
A los hombres se les impulsa más a escuchar sus deseos y necesidades, siempre enmarcados en el paradigma del “éxito” masculino que implica fuerza, productividad y pobreza emocional.
Conquistar la libertad requiere que dirijamos la mirada a nosotros mismos, que busquemos nuestros deseos postergados y nuestros entusiasmos no indagados. Cuando carecemos de práctica para ser el eje de nuestras decisiones, vivimos como barcos sin timón que solo navegamos rutas a favor de los otros.
Obstáculos para la conquista de la libertad
Siempre es un buen momento para soltar mandatos impuestos para dar cabida a deseos personales e ilusiones relegadas, pero también para cuestionar nuestras relaciones que muchas veces nos atrapan y nos limitan.
Muchos hemos cultivado –por las razones, temores, ilusiones que sean– vínculos basados o en la dependencia económica o en la dependencia afectiva.
¿Cómo se muestra?
- Disfrazada de amor incondicional.
- Como búsqueda de permiso y aprobación.
- Necesitando la “mirada del otro” como punto de referencia para orientarnos sin permitirnos andar a “campo traviesa” por el camino que consideremos mejor para nosotros.
- Con la intolerancia a las propias dificultades atribuidas a nuestra “incapacidad” y no a nuestra falta de práctica.
- Buscando la perfección para ser queridos. De manera particular las mujeres pensamos que para ser amadas hemos de ser afectivamente dependientes, físicamente necesitadas y psíquicamente vulnerables. Esto nos lleva a reclamar a los hombres cosas que no nos pueden dar.
Todo esto nos dificulta comportarnos como personas autónomas aún cuando demos muestras de independencia y tengamos recursos propios ya sean afectivos, económicos o profesionales.
Diferencia entre independencia económica y autonomía emocional.
La primera es la disponibilidad de recursos económicos propios que nos permitan tener un margen de acción real. La segunda es la posibilidad de utilizar dichos recursos económicos para legitimizar y gestionar –con base en decisiones de criterio propio que impliquen una evaluación de las alternativas posibles– los propios deseos, necesidades, sueños, intereses y valores. Y esto nos regresa a lo dicho al inicio, no se puede ni todo, ni siempre, pero sí lo suficiente para construir una vida plena.
Así, si bien la independencia económica no es garantía de autonomía, sí es condición necesaria –insuficiente– para la autonomía emocional.
¿Cómo conquistar la libertad?
- Trabajando. Generar un ingreso económico a través del desarrollo y uso de nuestras competencias y capacidades.
- Realizando un arduo trabajo psíquico para saber qué es adecuado o no para nosotros.
- Siendo creativos y arrojados para generar un programa propio que aún no existe.
¿Soy libre?
La verdadera libertad es la conciencia progresiva de tener cierto control sobre la propia vida, con un aumento de la confianza personal y un sentimiento de satisfacción y competencia.
Esto se manifiesta a través de:
- Intensificar relaciones de genuina intimidad con otras personas.
- Llevar a cabo actividades que impulsan nuestro desarrollo personal y mejoran nuestra imagen corporal para aumentar nuestra seguridad.
- Tomar en serio nuestros intereses privados.
- Desarrollar una vocación/profesión significativa.
- Experimentar sentimientos de eficacia y autoridad.
En síntesis, ser libres en tomarnos en serio el proceso de hacernos protagonistas de la propia vida.
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