El estudio que señala esta posibilidad replicó las simulaciones varias veces y utilizó esos datos para estimar diferentes resultados a nivel de población
Administrar la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus y retrasar la segunda inyección en menores de 65 años podría ayudar a que menos personas mueran por la enfermedad, pero únicamente si se cumplen ciertas condiciones, de acuerdo con un estudio de modelo predictivo.
El estudio estadounidense, publicado en la revista médica británica BMJ, utilizó un modelo predictivo basado en una muestra del “mundo real” de 100 mil adultos en Estados Unidos, y analizó una serie de escenarios para pronosticar interacciones potencialmente infecciosas en distintas condiciones.
Estos factores incluyeron los diferentes niveles de eficacia de la vacuna y las tasas de inmunización, y diferentes suposiciones sobre si la vacuna previene la transmisión y los síntomas graves, o sólo los síntomas graves y la muerte.
“Los resultados sugieren que, en condiciones específicas, se puede lograr una disminución de la mortalidad acumulada, las infecciones y los ingresos hospitalarios cuando se retrasa la segunda dosis de la vacuna”, escribieron los investigadores, dirigidos por Thomas C. Kingsley, de la Clínica Mayo en Rochester, Minnesota
Las condiciones específicas incluyen tener una vacuna con una eficacia de una dosis de al menos el 80%, y tener tasas de inmunización diarias de entre el 0.1% y el 0.3%. En caso de cumplirse, una estrategia que consista en retrasar la última dosis podría prevenir entre 26 y 47 muertes por cada 100 mil personas.
“Los responsables de la toma de decisiones deberán considerar las tasas de vacunación locales y sopesar los beneficios de aumentar estas tasas al retrasar una segunda dosis frente a los riesgos asociados con la incertidumbre en esta estrategia”, dijo el equipo
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El estudio replicó las simulaciones varias veces y utilizó esos datos para estimar diferentes resultados a nivel de población. Por ejemplo, para una eficacia de la primera dosis del 80 por ciento y una tasa de administración diaria de la vacuna del 0.1 por ciento, 0.3 por ciento y uno por ciento de la población, la mortalidad total estimada por cada 100 mil para la administración retrasada de la segunda dosis frente a la estándar fue de 402 frente a 442, 204 frente a 241 y 86 frente a 50, respectivamente.
Estos resultados sugieren que una estrategia de segunda dosis retrasada es óptima para tasas de vacunación iguales o inferiores al 0.3 por ciento de la población por día si la eficacia de la vacuna de una dosis es del 80 por ciento o superior.
Además, la estrategia de la segunda dosis retrasada para las personas menores de 65 años funcionó siempre bien en todas las tasas de vacunación probadas, dando lugar a reducciones absolutas de la mortalidad acumulada de hasta un estimado de 48 por 100 mil.
Estas dos condiciones parecen razonables si se tiene en cuenta que la estimación de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos sobre la eficacia de la primera dosis de la vacuna es del 80 por ciento y que sólo un par de países, como Estados Unidos y el Reino Unido, alcanzan una tasa de vacunación cercana al uno por ciento, explican los investigadores.
Reconocen algunas limitaciones del estudio basadas en los supuestos utilizados en el modelo, pero su objetivo era captar la compleja interacción humana relevante que es fundamental en la transmisión de la COVID-19, en un marco temporal que sea útil para los responsables de la toma de decisiones. Como tal, dicen que estos resultados pueden ser ampliamente informativos para la estrategia de la vacuna contra la COVID-19.
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CAB