Ser “víctima” o “villano” en una separación de pareja implica tareas emocionales que conllevan sus propios retos, que de no ser atravesados estancan el proceso de superación del quiebre
La relación de pareja se acabó y yo no puedo acabarla en mi interior. Ya sea que yo lo terminé o que él me haya terminado – distintas situaciones ambas – pero el sufrimiento sigue por el simple hecho de que NO LO PUEDO OLVIDAR.
No sobra decir, antes de entrar en mayores profundizaciones, que ser “victima” o “villano” en una separación implica tareas emocionales diferentes que conllevan sus propios retos, que de no ser atravesados estancan el proceso de superación del quiebre.
- Las personas a las que las “cortaron” (y si es de manera abrupta e inesperada ocurre con mayor vehemencia), no solo tienen un efecto de shock que toma un tiempo ser superado, sino que lidian con dos particulares fenómenos afectivos: el primero es de humillación y el segundo de resentimiento. Humillación por no haber sido valorado, por haber sido abandonado y sustituido. Al mismo tiempo se da un “atentado” a la experiencia de valía personal: “¿no soy querible?”, “¿qué hice mal?”. Resentimiento por tener que transformar la propia vida y sobrellevar la falta de amor sin haberlo decidido.
- La persona que “corta” (sobre todo cuando lo hace de manera consciente), tras haber “ido y venido” para tomar la decisión, no solo ha de cargar con la imagen de ser “la mala del cuento”, sino que también ha de ladear internamente con el sentimiento de culpa. Un quiebre implica siempre sufrimiento así que por cuidadoso que se sea, es imposible evitar el dolor. A esto se suma una sensación de responsabilidad por el bienestar del ex que de hecho no le corresponde más.
Pero profundicemos más en estos vericuetos emocionales: quizás no quieres volver, o sepas que no te conviene volver, pero hay una “aferre” al ex que te sigue produciendo sufrimiento, robando energía emocional y haciéndote perder tiempo real. ¿Crees que “necesitas” la relación? ¿Piensas que como fue un verdadero amor no puede acabar? ¿Reconoces algo que crees que puede cambiar y deseas intentarlo? ¿Entran más cosas en juego?
Te comparto varios puntos de reflexión que te pueden tener atorado en el proceso de soltar:
- Tu ego ha sido herido. Como ego me refiero a esa experiencia de ti mismo con la que muestras al mundo tu “mejor cara” y ahora queda lastimado por la terminación. A nadie nos gusta perder ni fracasar. Mientras más grande un “ego mal domado” es más fuerte la experiencia de haber sido maltratado.
- Se pierde la sensación de posesión y pertenencia. Los humanos nos construimos en la infancia identificando y nombrando nuestros vínculos: “mi madre”, “mi amigo”, “mi hermana”. Cuando “mi novio”, ha dejado de ser “mío”, viene un quiebre que cambia la idea de quién soy y de lo que me pertenece. ¿Quién soy hoy sin él o sin ella? Esta pregunta requiere un replanteamiento de la propia identidad. ¿Ya no es mío? Hemos de reconocer que nadie nos pertenece, que primero somos personas, que pareja, y que la pareja puede dar una falsa idea de posesión.
- Miedo a estar solo. En este siglo XXI hemos de estar preparados para vivir periodos de compañía y periodos de soledad en términos de vida de pareja. Sin banalizar los vínculos erótico-amorosos he de señalar que el éxito en lograr buenas relaciones de pareja correlaciona con tolerar el malestar (e incluso en descubrir la riqueza) de la soledad. La dependencia económica o emocional impiden hacer de la soledad una experiencia de enriquecimiento y crecimiento, por no decir de disfrute también. Si bien la soledad puede despertar miedos y consciencia de nuestra vulnerabilidad, estar solo no es lo mismo a vivir aislados. La falta de pareja no implica la carencia de vínculos de valor.
- Creencias erróneas sobre el amor. Un rompimiento amoroso puede cuestionar tu concepto del amor. Cuestionar premisas como “el amor es eterno”, “el amor es incondicional”, “el amor todo lo puede”, “mientras haya sentimiento sigue habiendo amor”, es necesario. Estas creencias románticas impiden soltar a los ex con la bandera de “recuperar el amor”. Una particular creencia errónea es estar convencido de que solo una persona puede ser, de una vez y para siempre, “el amor de tu vida”.
- Exposición constante a redes sociales. Ya dice el dicho “ojos que no ven, corazón que no siente”. En la era de las comunicaciones en la que estamos hiperconectados se requiere de decisión y voluntad para no exponerte a la información que circula en las redes sociales que activan tu necesidad de saber de tu ex. Aquí incluyo la información de “viva voz” de amigos, familiares y conocidos que se empeñan –se los hayas pedido o no- en mantenerte “al día” de sus “ires y venires”.
- Presión familiar o social por vivir acompañado. La sociedad privilegia la vida de pareja sobre la soltería y muchas veces al aferrarte a un ex buscas sentir que embonas mejor el contexto, que no vas a defraudar a tu gente cercana o evitar sentir el rechazo de grupos que se sienten “amenazados” por la gente soltera. Eso sin mencionar “las Arcas de Noe” que solo organizan eventos “con pareja”, sin la cual ves el camino de la exclusión a la vuelta de la esquina.
- Tareas pendientes respecto a tu ex. Tras un rompimiento puedes haberte quedado con la necesidad de pedir perdón y reparar algún daño cometido o bien de recibir la reparación de un ex que te trató sin cuidado y consideración. Si bien esto puede o no llegar a ocurrir es importante cuestionar la necesidad de perdonarte a ti mismo por lo que pasó y a reconciliarte contigo mismo por lo que es. Quedarte pendiendo de una acción que no siempre se va a dar te mantiene ligado a un ex.
- Aferrarte a lo bueno que sí fue y no a lo complejo o malo que empezó a ocurrir. Un amor siempre tiene algo que valió la pena o que sirvió en determinado momento. Poder atesorar lo valioso al tiempo que reconoces lo que ya no estaba ocurriendo implica manejar la ambivalencia entre lo bueno y lo imposible, tolerar y no por eso querer regresar el tiempo y reconectar al ex galán.
- Conservar demasiados objetos cotidianos que te mantienen aferrado. ¿Un anillo, una habitación, cartas y fotos? No se trata de que deseches todo, pero sí de que hagas una pequeña limpieza, reacomodo y transformación de pertenencias que te anclan en el pasado.
- Hacerlo tu amigo antes de tiempo. Hay relaciones erótico-afectivas que se transforman en amistad, pero para eso requieren primero vivir la ruptura y la pérdida y luego transformar la relación. El proceso necesita tiempo y distanciamiento. Para no perder del todo a alguien valioso y amado, sí hay que soltarlo, perderlo como pareja y ver después si es posible que la relación se convierta en un vínculo de amistad.
- No haber atravesado un proceso de duelo. Los duelos permiten experimentar el dolor de forma escalonada, desde la negación ante lo sucedido, pasando por el enojo y la depresión hasta llegar a la aceptación. Sin atravesar estos estadios no hay forma de asimilar la experiencia y continuar la vida.
- Reconocer un apego ansioso o inseguro. Los vínculos con nuestros primeros cuidadores, generalmente nuestros padres, dejan una impronta en la forma de crear vínculos. Si nuestro apego infantil fue seguro, ansioso, o evitativo se verá reflejado en nuestras futuras relaciones. En el primer caso, se está bien en la presencia y también en la ausencia del ser amado, y al momento de terminar, se facilita soltar, aún con dolor, pues está la confianza personal de encontrar buenos vínculos en el futuro. que podremos encontrar a alguien en el futuro, de manera similar con los adultos. Pero quienes vivieron un apego ansioso, inseguro o evitativo, han de trabajar en ello pues se vivirán con mucha mayor dificultad para pasar página tras una separación.
Consejos para olvidar a tu ex
Empeñarse en sacar de la conciencia a alguien que fue importante en la vida genera mucho derroche de energía física y psíquica y puede incluso convertirse en una obsesión. Cambiemos el objetivo, en vez de olvidar, trata de redirigir el recuerdo para reacomodarlo en tu vida. Para esto sirve darnos el permiso de pensar en él o en ella algunos minutos al día, dejar que su recuerdo, cuando aparezca, entre y salga sin resistirlo; escribirle algo que hubiéramos querido decirle y no pudimos; despedirnos una vez más cada vez que cruce por nuestra cabeza. Y así, poco a poco, integrar lo que nos dejó, asimilar lo que nos dolió y abrazar a la persona que hoy somos gracias a su presencia en nuestra vida.
A esta actitud suma el realizar algunas acciones concretas para avanzar en el proceso de soltar:
- Rodéate de gente querida. Si bien los vínculos erótico-amorosos pueden acompañar de manera especial en la vida, toda relación íntima puede ser un apoyo emocional y un espacio de acompañamiento. Haz planes con ellos, llámalos, involúcrate más en sus vidas y comparte con ellos la tuya.
- Crea nuevos hábitos. Terminada tu vida de pareja, cambian tus rutinas y quedan momentos de vacío y descontrol. Integra nuevos hábitos de ejercicio, orden, incluso acomodo de tus espacios, para llenar esos pequeños huevos de tiempo con algo que te genere placer.
- Actualiza tu proyección de vida. Una terminación amorosa te cuestiona quién eres, qué quieres y hacia dónde vas. Integrar a tu vida nuevas actividades adecuadas a tus intereses y necesidades permite replantear tu mundo de motivaciones y valores y reconstruir tu proyecto de vida personal.
- Distráete de manera constructiva. Existen muchas actividades artísticas, culturales, deportivas que enriquecen tu vida y te sacan de pensar en tu ex sin ton ni son. Cine, museos, competencias, lecturas, bailes y veladas musicales, pueden ser “distracciones” que alimenten tu ser y te permitan transitar.
- Conoce gente nueva. Con todo y lo que duele perder a tu pareja, sobre todo si la relación fue buena y se sostuvo en el tiempo, la soltería siempre abre la oportunidad de conocer gente nueva, entender que pasa “allá afuera” y expandir tu visión del mundo, del amor, y de ti mismo, expandiendo tu círculo social.
Y sin duda, el amor –más allá de lo que opina la gente- sí tiene cura, y de pasadita, con el dolor vivido, también quien lo sufrió, madura.
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