Si la situación no puede ser superada y queda un estrés postraumático muy pervasivo, puede ser que el ghosteo haya abierto heridas de abandono anteriores
¿Cómo definir el ghosteo y qué implica específicamente?
El ghosteo, que viene del inglés ghost – que significa fantasma – consiste en dar por terminada una relación que ya iniciaba o sostenía intercambios afectivos y/o eróticos cortando contacto con el otro y desapareciendo en forma radical de su vida.
En el ghosteo no hay aviso previo ni explicación alguna ante la desaparición, como si el hecho de perderse para siempre aportará suficiente claridad respecto al cierre de los intercambios sostenidos y de la relación.
¿Qué razones tiene alguien para desaparece así?
Las razones pueden ser muchas y variadas, desde el efecto genera la vida en esta sociedad individualista –que invisibiliza las necesidades y deseos de los demás o las minimiza frente a las propias-, incluyendo el creciente condicionamiento del consumo –que no solo consume objetos y los desecha sino que ve al otro como objeto de uso y abuso y no como sujeto de respeto y cuidado- hasta patrones individuales de conducta evitativos aprendidos en la propia crianza con el objeto de no afrontar situaciones complejas que pueden generar conflicto y malestar, pero sobre todo que desean al tiempo que temen, de manera muy inconsciente, la intimidad.
Existen muchas más razones posibles que se pueden sumar y mezclar a las anteriormente mencionadas. Citaré varias más:
- La falta de madurez personal que limita la posibilidad de posponer la gratificación inmediata y de tolerar ciertas frustraciones y decepciones propias de toda relación: “no me gusta esto, lo dejo sin mayor molestia y explicación”.
- La experiencia posmoderna de una sociedad líquida en donde se quiere todo, rápido y al mismo tiempo: “quiero experimentar esto y también aquello, y además no perderme de tal experiencia pero sin soltar aquella otra también”. Y en ese “barajar” todo y más de lo que se puede manejar, se termina soltando lo que deja de producir interés e intensidad.
- El analfabetismo emocional con su consecuente incapacidad para expresar lo que se desea y poner límites a lo no gusta de forma oportuna y constructiva. Esto incluye la dificultad de incluir puntos de vista diversos a los propios de y de regular el malestar emocional.
- De la mano de lo anterior va la carencia de habilidade sociales. Al no saber cómo comunicar y cómo manejar algún conflicto, decido cancelar toda interacción.
- No sobra poner sobre la tema el tema de género, y es que este comportamiento se da más en hombres que en mujeres, sin generalizar con esta afirmación que el ghosting es una conducta exclusivamente masculina. Pero cabe resaltar que en nuestra sociedad patriarcal, los privilegios de género otorgados a los varones fomentan no solo la visión utilitaria hacia la mujer como territorio de conquista y propiedad, sino de minimización e invisibilización de sus legítimos necesidades y derechos.
A todo esto quiero agregar la ausencia básica de educación y respeto al otro. Cualquier persona con un mínimo de sentido de compasión y decencia, no huye de una manera tal vil.
¿Llega a ser justificable ghostear? Si sí, ¿cuándo es justificable hacerlo?
No. Siempre hay formas de decir “no quiero”, “no puedo”, “esto no marcha para mi”. Pero no dejo de cuestionar si alguien “enamorado del amor”, urgido por tener pareja, cuyo “modus operandi” es el whisful thinking (tanto lo deseo que pienso que por eso lo tendré) y además dependiente emocional, pueda haber omitido información importante dada por el “ghost” en cuestión durante los intercambios previos, información que daba cuenta de que él otro no estaba en la misma línea de disponibilidad que él, o bien que haya incluso invisibilizado advertencias o peticiones de la otra parte al punto de que el “ghost” –al no sentirse escuchado- prefiera desaparecer. Aún así, siempre se puede decir adiós, con un mail o con un chat.
Señales básicas de que la persona puede ser un “ghoster”
Para mi los 10 mandamientos de la ley del “ghost” serían…
- Si muestra un exagerado amor antes de tiempo…
- Si cambia acuerdos y cancela encuentros con frecuenta…
- Si repite en varias ocasiones que no sabe bien qué quiere…
- Si te comparte sus previas historias de “víctima” donde nadie le entiende y nada le sale…
- Si no aparece en ninguna red social…
- Si le cachas inconsistencias y mentiras…
- Si quiere ir demasiado rápido y presiona para obtener lo que quiere…
- Si no otorga datos personales después de un tiempo…
- Si no te esconde de su gente cerncana -familia, amigos o compañeros de trabajo-…
- Si dice que NUNCA había tenido una relación comprometida como la tuya…
¡Pon mucha atención!
Todos tenemos dudas al iniciar una relación, todos tenemos carencias al buscar un amor y todos cargamos con contradicciones y ambivalencias en la vida, pero si sumas más de tres de las anteriores afirmaciones tienes que ser muy cuidadoso antes de involucrarte de más. No te precipites, toma distancia para observar y genera paciencia para reflexionar.
¿Tiene que ver esta actitud con alguna herida de la niñez?
A reserva de casos con francos trastornos de personalidad (como sociopatías y narcisimos), me parece que el ghosting es más una conducta de abuso y desconsideración que un trauma infantil.
Antaño las sociedades se organizaban en pequeñas comunidades humanas, no existían las comunicaciones digitales de hoy, y el anonimato era casi imposible. Las personas se conocían entre sí, a sus familias y sus ocupaciones. Además, el tema del honor y la moral, -como lo muestran las novelas de Jane Austen, entre ellas Sentido y Sensibilidad y Orgullo Prejuicio, clásicos de la época Georgiana – estaba por encima de muchos valores y sobre todo de las necesidades individuales. Si el individuo en cuestión quería desaparecer, la cohesión familiar y la deshonra social le obligaban cumplir sus compromisos. Hoy, en la era de la posmodernidad, una mal entendida relatividad y subjetividad, puede hacer que le ética salte por los aires.
¿Qué consecuencias puede traerte a ti como ghoster?
Si tu estrategia de sobrevivencia es el desaparecer, más que consecuencias posteriores para tu vida habrías de cuestionarte si ya eres un fantasma “viviente” que esta desconectado de sí mismo y de su presente. Una actitud así da cuenta de que no solo no sabes lo que quieres, sino de que esa actitud “escurridiza” y evitativa que utilizas en las relaciones puede dar cuenta de tu imposibilidad de generar vínculos íntimos, de tu duda con respecto al tipo de relación que quieres construir, de tu temor a no ser querible y suficiente para retener a alguien a tu lado o bien de tu franco descuido y abuso hacia los demás. ¿Consideras que no tienes las competencias para proporcionar a otros y a ti mismo placer, confirmación o seguridad?. Todos tenemos derecho a vivir diferentes experiencias eróticas, afectivas y/o amorosas, a aprender de ellas y a crecer en el amor, pero nadie está autorizado para lastimar a otros a expensas del propio bienestar.
¿Qué consecuencias puede traer a la persona a la que se la aplicas?
Las consecuencias para el “dejado” son perturbadoras y negativas. En primera instancia, y más en un país como el nuestro donde la inseguridad es una constante, surge el temor profundo de que le haya pasado algo al desaparecido. En un momento posterior viene la duda de que algún contratiempo en la vida del otro haya impuesto un silencio, y en medio de ansiedad y desasosiego, se deja abierta la posibilidad de una reaparición y explicación.
Cuando la ausencia es inminente aparecen los cuestionamientos obsesivos respecto a “¿fui yo?”, “¿qué hice mal?”, con una sensación de vergüenza ante el abandono y de pérdida de seguridad personal ante el no entendimiento de la decisión. De esta etapa se puede pasar a la experiencia del enojo ante el descuido y el abuso y generarse una espiral de sentimientos lastimosos: para culpa, temor, tristeza, humillación y volver a saltar a la rabia ante la falta de consideración y la decepción.
Todo esto hace notar que el duelo se puede dificultar al no tener claro lo que pasó y ante el sentirse maltratado y abusado debido a la forma cobarde y canalla de desaparecer. No sobra decir que poco hay que reflexionar sobre la conducta del desaparecido, el gran reto es analisar el grado de involucramiento emocional alcanzado durante el tiempo de convivencia, atravesar un duelo ambiguo por la falta de claridad, recuperar la paz interna y continuar la vida.
¿Cuál es la mejor forma de actuar si tú eres la víctima?
- Detener los cuestiónamientos en cuánto a la razones de la desaparición para frenar el círculo obsesivo mental que no tiene ninguna sin salida.
- Experimentar el malestar emocional ante la pérdida –tristeza, enojo, decepción, miedo, culpa- y, al sentirlo, permitir que se vaya dicipando.
- Generar una explicación muy concreta pero convincente que aporte datos –aunque sean mínimos- de la incongruencia o falta de integridad de la persona desaparecida.
- Atravesar el duelo vivido para sanar la herida. ¿Qué perdí además de perder a esa persona? ¿Ilusiones futuras? ¿Confianza en mi mismo?
- Asimilar la experiencia integrando aprendizajes para el futuro.
- Fortalecer la autoestima comprobando que estoy saliendo airoso de esta situación y crecido al avanzar con más certezas en la siguiente relación.
Si la situación no puede ser superada y queda un estrés postraumático muy pervasivo, puede ser que el “ghosteo” haya abierto heridas de abandono anteriores que requieran de una intervención profesional para poder entender y manejar mejor la historia personal.
Y ojo, siempre cabe la posibilidad de que el fantasma aparezca con “explicaciones fantásticas”, en tal caso, salvo en excepcionales y justificadas ocasiones, ¡no se da un a segunda oportunidad!
IPR
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