La población de mayor riesgo frente a la enfermedad se ubica en todas aquellas personas que no han sido inmunizadas con la vacuna ni hayan adquirido la infección
Datos de la Dirección de Vigilancia Epidemiológica de Enfermedades Transmitibles de la Secretaría de Salud muestran que el brote de sarampión, surgido en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México en febrero de 2020, mantiene una tendencia al alza y en dos meses registra un centenar de casos confirmados, la mayoría residentes en la capital del país y en el Estado de México.
El sarampión es una enfermedad exantemática (que provoca una erupción extensa de la piel de color rojizo) causada por el virus del mismo nombre, que pertenece a la familia Paramyxoviridae, constituida por virus de RNA de cadena sencilla de polaridad negativa, lo cual hace que todo su ciclo replicativo se lleve a cabo en el citoplasma de la célula.
“Los mecanismos biológicos de este virus con su hospedero hacen que infecte a las células epiteliales del tracto respiratorio alto, de ahí viaja al sistema linfoide y al tejido reticuloendotelial”, explicó Rosa María del Ángel, jefa del Departamento de Infectómica y Patogénesis Molecular del Cinvestav.
En seguida, sostuvo la investigadora, se presenta la viremia (presencia de virus en la sangre) y la aparición, después de tres o cinco días, del exantema en la piel; la producción de interferón en el huésped reduce la viremia y la infección.
Los síntomas del sarampión son fiebre alta, tos, rinorrea, conjuntivitis, manchas blancas en la boca (que desaparecen en 24 horas) y un par de días después el exantema similar a las de la rubeola, que se presenta inicialmente en la cara y cuello y baja por todo el cuerpo hasta terminar de brotar en manos y pies.
Se trasmite a través de la vía aérea, por aerosoles, saliva o por superficies contaminadas y tiene un periodo de incubación de cuatro a 12 días. Sus portadores pueden contagiar a otros individuos desde unos tres días antes de que inicien los síntomas y hasta tres o cuatro días después de desaparecer el exantema y esto se debe a que el virus aún está presente en algunos de los fluidos corporales.
Las complicaciones del sarampión pueden derivar en neumonía o encefalitis, pero su letalidad es baja comparada con otras infecciones, sus estadísticas indican que se presenta una muerte por cada mil casos; aunque en personas con mala nutrición la tasa de defunción es de 10 por ciento y en inmunodeprimidos es del 30.
La población de mayor riesgo frente a la enfermedad se ubica en todas aquellas personas que no han sido inmunizadas con la vacuna ni hayan adquirido la infección, principalmente niños menores de cinco años no vacunados y mujeres embarazadas.
En países como México, donde no se habían presentado casos de la enfermedad en los últimos 20 años, surgen brotes de la infección generados principalmente a la falta de vacunación o a casos importados.
“El surgimiento de brotes de sarampión en diferentes países se atribuye a la falta de vacunación. Las medidas que se deben aplicar para contener esos brotes son el aislamiento de los casos positivos y vacunación de todos sus contactos”, sostuvo Rosa María del Ángel Núñez.
A nivel internacional el uso de la vacuna contra el sarampión se empezó a generalizar a partir de 1963, con su aplicación se evitaron epidemias que llegaban a causar hasta dos millones de muertes al año. Entre los hitos propuestos a nivel internacional para eliminar el sarampión hacía 2015 se estableció reducir y mantener su incidencia anual en menos de 5 casos por millón.
La OMS considera que la eliminación del sarampión se encuentra seriamente amenazada y la enfermedad ha resurgido en países que habían logrado erradicarla o estaban cerca de conseguirlo. Por ello se deben intensificar las campañas de vacunación en toda a población.