El Parkinson afecta en México hasta 50 personas por cada 100 mil habitantes, por lo que el diagnóstico temprano, tratamientos médicos, rehabilitación y manejo multidisciplinario, mejoran control a largo plazo
Pese a la complejidad de la Enfermedad de Parkinson (EP) y su potencial riesgo de ocasionar discapacidades múltiples, así como trastornos mentales, los avances en terapéutica farmacológica, quirúrgica y de rehabilitación permiten en la actualidad brindar a los pacientes tratamiento multidisciplinario de control de síntomas adversos, disminuir el ritmo de progresión y mejorar su calidad de vida a largo plazo.
Así lo dio a conocer Carlos Castillo Rangel, neocirujano del Hospital Regional “1° de Octubre” del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), con motivo del Día Mundial del Parkinson, enfermedad que, de acuerdo con la Federación Española de Parkinson, afecta a 7 millones de personas en el mundo.
En México, la prevalencia de la EP oscila entre 40 a 50 casos por cada 100 mil habitantes/año, según consta en el reporte “Diagnóstico y tratamiento de la Enfermedad de Parkinson inicial y avanzada en el tercer nivel de atención”, publicado por la Secretaría de Salud en 2010.
Carlos Castillo refirió que la EP es la segunda enfermedad neurológica degenerativa más frecuente después del Alzheimer y más del 90 por ciento de los pacientes afectados son adultos mayores, por lo que es posible brindarles efectividad terapéutica de control a lo largo de su vida.
El Parkinson, explicó el especialista, “es una enfermedad degenerativa donde entre 70 y 80 por ciento de las células productoras de dopamina se deterioran, las neuronas que contienen la dopamina se degeneran y en consecuencia hay pérdida neuronal progresiva”.
Destacó que los principales síntomas premonitores de Parkinson que pueden alertar son: hiposmia (pérdida del olfato lenta y progresiva), alteraciones del sueño como insomnio y sueño fragmentado, además de afecciones gastrointestinales, por lo que ante la presencia de ellos es importante acudir al médico para ser canalizado con un especialista.
Lo anterior es importante porque “se trata de una enfermedad de lenta evolución y pueden llegar a transcurrir en promedio 10 a 15 años de los síntomas iniciales o los más complejos y el tratamiento oportuno y multidisciplinario nos permite ofrecer a los pacientes un mejor control y pronóstico en calidad de vida”, precisó.
Una vez que la enfermedad se establece, la pérdida de neuronas dopaminérgicas en los pacientes provoca la aparición de varios síntomas que gradualmente pueden tornarse discapacitantes.
Señaló que los síntomas que definen el diagnóstico clínico son los motores:
- Temblor en reposo, síntoma cardinal de la enfermedad;
- Bradicinesia (lentitud de movimientos voluntarios: el paciente se vuelve lento para caminar, moverse y hacer sus actividades normales);
- Rigidez de extremidades (se dificulta flexión y extensión de brazos y piernas).
También se presentan síntomas no motores:
- Bradipsiquia (lentitud en el proceso de pensamiento);
- Presión baja;
- Alteraciones en la función sexual;
- Insomnio y sueño fragmentado;
- Alteraciones neurosiquiátricas maniacodepresivas;
- Dificultad para emitir la voz, con bajo volumen;
- El paciente se vuelve inexpresivo facialmente;
- Dificultades para la deglución y la salivación.
En el ISSSTE, la disposición de varios tratamientos farmacológicos prescritos gradualmente bajo criterios de efectividad lenta pero no agresiva, permiten alargar el efecto terapéutico y mejorar el control de síntomas adversos a largo plazo.
También se cuenta con tratamientos neuroquirúrgicos para el control de síntomas de rigidez y movimientos involuntarios como la “palidotomía con estereotaxia” y la aplicación de neuro estimuladores, que han dado muy buenos resultados en pacientes del Instituto.