En primer lugar cabe destacar que todas las dietas que prometen o proponen grandes reducciones de peso a corto plazo no son de fiar
Si quieres adelgazar, no es necesario recurrir a dietas milagro, a ayunos prolongados o a estafas perpetradas por falsos nutricionistas. Existen dietas avaladas por la ciencia y con múltiples beneficios para la personalidad, como la DASH o la mediterránea, consideradas respectivamente la segunda y la primera dieta más sana del mundo.
En el espectro contrario de las alternativas alimenticias, existen algunas dietas que conllevan desde contraindicaciones a riesgos serios para la salud, como problemas renales, menor esperanza de vida o desnutrición, además de los consabidos peligros del efecto rebote, que perjudica seriamente la salud del corazón. No deberías optar por ninguna de las siguientes opciones.
En primer lugar cabe destacar que todas las dietas que prometen o proponen grandes reducciones de peso a corto plazo no son de fiar.
Salvo recomendación médica, tampoco son aconsejables las de carácter hipocalórico ni aquellas que prometen éxito sustituyendo comidas sanas y equilibradas por sobres o batidos. Estas son algunas de las dietas que nunca deberías probar.
Dieta Atkins: Promueve la ingesta de tantas grasas y proteínas como se desee mientras que limita al mínimo el consumo de hidratos de carbono. Desde su aparición en los años setenta la comunidad médica rechaza su eficacia y advierte de sus peligros: puede subir el colesterol, la cantidad de proteínas por encima de la recomendada perjudica al sistema renal y existen carencias de vitaminas y minerales. Además, la pérdida de peso se produce por disminución de musculatura, y líquido corporal, no solamente grasa. Falta una elevada cantidad de legumbres, vegetales y cereales. Otros problemas causados por la dieta pueden ser descalcificación ósea, ataques de gota, irritabilidad, malestar, cefalea y alteraciones hormonales. Por no hablar de que económicamente resulta una dieta cara.
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Dieta DuNkan: Desarrollada por el francés Pierre Dunkan hace varias décadas, se fundamenta en un 72% de alimentos de origen animal y un 28% de procedencia vegetal. La idea es que el propio cuerpo obtenga la energía quemando las reservas de grasa, lo que origina la pérdida de peso. Se divide en cuatro etapas: ataque (alimentación a base de proteínas entre tres y diez días), crucero (introducción de verduras), consolidación (incorporación de hidratos) y estabilización (dieta equilibrada y un solo día a base de proteínas). Los expertos califican la dieta de fraude y peligro, ya que las dietas prolongadas bajas en carbohidratos y altas en proteínas están asociadas a una menor esperanza de vida. La restricción calórica puede provocar efecto yo-yo, mientras que se producen tóxinas que afectan al humor, existe más riesgo de shock hipoglucémico, déficit de nutrientes con las vitaminas y peligro de desnutrición proteica y pérdida de masa muscular. Las personas con problemas de riñón e hígado no deberían ni acercarse a ella de lejos.
Dietas relámpago como la del limón, la del vinagre de manzana o la de col: Son dietas que seleccionan un alimento concreto para darle prioridad en la dieta y prometen un efecto adelgazante milagroso. Sus desventajas se cuentan a patadas: son monótonas, repletas de carencias nutricionales e implican ataques de hambre, por lo que el efecto rebote tienen muchas papeletas de aparecer, además de anemia, problemas cardiovasculares, fatiga, ansiedad y en general, un cuadro de salud mucho peor.
Dieta detox: Las dietas detox son pobres en proteínas y tienen un carácter hipocalórico, promoviendo el consumo de batidos y cremas en diversas comidas, así como verduras crudas, frutas, zumos e infusiones. Además del efecto rebote, sus peligros abarcan la pérdida de masa muscular, un déficit galopante de vitaminas y minerales, riesgo de cálculos renales, falta de seguridad e incluso, aparición de trastornos del comportamiento alimentario.
Dieta de las bolas de algodón: Con diferencia la más peligrosa del listado, a la par que absurda. Las personas que la ponen en práctica se llenan el estómago de bolas de algodón, un producto carente de calorías y nutrientes que genera una falsa sensación de saciedad, además de sufrimiento digestivo. Suelen remojarse en zumo para sentirse lleno e ingerir menos comida (o directamente nada). Cabe considerar que el algodón comercial está fabricado con fibras blanqueadas de poliéster, imposible de digerir y que se acumula en el tracto gastrointestinal, afectando a la mucosa e incluso provocando obstrucciones intestinales.
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