Los microplásticos en pescados y mariscos, ¿una realidad en nuestra cadena alimentaria?

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Los microplásticos en pescados y mariscos, ¿una realidad en nuestra cadena alimentaria?
Los microplásticos en pescados y mariscos, ¿una realidad en nuestra cadena alimentaria?

El problema de los microplásticos es que, además absorben eficazmente sustancias tóxicas presentes en el medio marino como los contaminantes orgánicos persistentes

La producción y el uso de microplásticos en el mundo ha aumentado mucho desde la década de 1950 hasta alcanzar más de 320 millones de toneladas en 2015. Teniendo en cuenta que la demanda de productos plásticos sigue aumentando, se estima que su producción alcanzará los 1000 millones de toneladas para 2050.

Como su nombre indica, los microplásticos son pequeñas partículas y fibras de plástico, pero no existen estándares establecidos para determinar su tamaño máximo. Sin embargo, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) los identifica como partículas inferiores a cinco milímetros.

La FAO explica que el tamaño es un factor importante para determinar la medida en que los organismos pueden verse afectados. Los microplásticos, invisibles a simple vista, afectan principalmente a pequeños peces, organismos invertebrados y otros animales filtradores que tienen el potencial de entrar en nuestra cadena alimentaria.

¿De donde vienen los microplásticos?

Los microplásticos provienen de diferentes fuentes y son clasificados en primarios y secundarios.

Los primarios son aquellos que se fabrican intencionalmente con cierto tamaño, tales como los granulados, los polvos y los abrasivos domésticos e industriales que se utilizan en cosméticos y productos para el cuidado personal, así como en textiles y prendas de vestir, entre otros.

La segunda categoría abarca aquellas partículas que proceden de la degradación de materiales más grandes, como bolsas, y de las emisiones durante el transporte terrestre, especialmente la abrasión de los neumáticos de automóviles en uso.

En el sector de la pesca y acuicultura se suele usar el plástico para fabricar aparejos de pesca, jaulas, boyas y para construir y mantener embarcaciones. Se utilizan también cajas y materiales de embalaje de plástico para transportar y distribuir el pescado y los productos pesqueros.

Los aparejos de pesca abandonados, perdidos o descartados son una de las principales fuentes de desechos plásticos marinos; sin embargo, no existen datos cuantitativos sobre la cantidad de micro plásticos que son emitidos a partir de ellos.

Según la FAO, actualmente las áreas más afectadas por la presencia de microplásticos son el mar Mediterráneo, los mares del este y el sudeste asiático y las zonas de convergencia ecuatorial al norte del Atlántico y del Pacífico.

El impacto ambiental

Los microplásticos contienen una mezcla de productos químicos añadidos durante su fabricación que pueden filtrarse en el ambiente.

Estas partículas además absorben eficazmente sustancias tóxicas presentes en el medio marino como los contaminantes orgánicos persistentes.

“Además, los microplásticos son un sustrato sobre el que viven organismos marinos como invertebrados, microalgas, bacterias, hongos o virus (fenómeno conocido como bioincrustación), algunos de los cuales representan patógenos potenciales”, asegura la FAO.

Según los estudios , se ha observado que más de 220 especies diferentes ingieren desechos microplásticos en condiciones naturales. Excluyendo a aves, tortugas y mamíferos, el 55% de ellos son especies que tienen importancia comercial, tales como los mejillones, las ostras, las almejas, el camarón pardo, la cigala, las anchoas, las sardinas, los arenques del Atlántico, el estornino del Atlántico, las macarelas, las bacaladillas, el bacalao atlántico, la carpa común y la corvinata amarilla, entre otros.

El impacto en los humanos

Los microplásticos se han encontrado en diversos alimentos consumidos por seres humanos, como la cerveza, la miel y la sal de mesa, pero son los mariscos la fuente mejor conocida a la que se expone el consumidor.

A pesar de que los filetes de pescado y los peces grandes son dos de los productos más consumidos de la pesca, estos no constituyen las fuentes más probables o significativas de microplásticos, explica la experta.

 “Si yo tengo un pescado al que normalmente  le quito las vísceras cuando lo voy a consumir, muy probablemente yo no voy a estar consumiendo microplásticos. Desde el punto de vista de la inocuidad alimentaria el riesgo es menor. Pero cuando hablamos de animales o pescados pequeños que se consumen enteros, cualquier animal marino que se consuma con el intestino, pues podemos decir que los humanos estamos expuestos a la ingesta de esos microplásticos que previamente han ingerido en el medio marino”, asegura Garrido.

Los científicos realizaron una evaluación de riesgo basado en la mayor exposición posible de un humano a microplásticos, el consumo de una ración de 250 gramos de mejillones, que contenía 9 microgramos de plástico.

En ella determinaron que, si existen concentraciones altas de aditivos o contaminantes conocidos, y asumiendo que se liberan completamente, tendrían un impacto significante al aporte dietético general de estas sustancias.

Los humanos ya están expuestos a contaminantes asociados a los plásticos a través de diversas fuentes como el agua, el aire y alimentos como los pescados grasos, el arenque y la caballa, por ejemplo.

La inhalación de polvos, la leche materna y los alimentos (incluidos pescados, crustáceos y moluscos), están considerados como las principales fuentes de exposición a los retardantes de llama bromados (compuestos altamente neurotóxicos).

Además, la exposición humana al bisfenol A (BPA) es bastante generalizada, ya que su presencia en la dieta humana es frecuente, especialmente a través de alimentos y mariscos enlatados.

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