De hablar de amor a hablar de amores

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Por: Tere Díaz
Psicoterapeuta
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Instagram: terediazsendra

Los cambios en la sociedad actual y la velocidad a la que se mueve el mundo nos ha hecho cambiar el lugar que antiguamente se le daba al amor. Dada la variedad de necesidades que existen en la actualidad se requiere expandir la visión que se tiene del amor. No se puede seguir hablando de un solo tipo de amor, se tiene que pasar de hablar de amor a hablar de amores.

Si algo tengo claro después de buscar y rebuscar, analizar y sobre analizar a diferentes autores y hasta a distintos poetas llego a la conclusión de que es una tarea compleja –y hasta imposible- definir el amor.  El amor no es algo que pueda verse o tocarse: es una experiencia y, por consiguiente, es difícil definirlo y describirlo.

Se puede pensar en el amor con la siguiente metáfora: imagina que el amor es como un diamante con muchas caras. Puedes verlo desde diversas perspectivas y cada una de esas facetas representa alguno de los ingredientes que lo constituyen.

Tal vez el intento de adaptarse a un modelo amoroso único haya sido parte de desventuras y por más que se le hace a este o al otro no logramos ubicarnos en alguno. Es claro que el amor no se ajusta a trajes a la medida según las necesidades, intereses y valores de los amantes.

Cada ser humano es diferente y precisa ingredientes distintos para amar. Esto depende entre otras cosas, de la etapa de vida que se está transitando. Valdría la pena, por lo tanto, intentar, más que hablar del amor, hablar de tipos de amores, pues cada etapa de la vida, cada experiencia amorosa, requiere diferentes cosas.

Sin embargo hay que tener cuidado para no confundir el amor con otras actitudes, que no alcanzan para interpretar la experiencia amorosa. El amor incluye una amplia gama de experiencias, vividas, percibidas e interpretadas de maneras diferentes en cada persona. Algunas manifestaciones, si bien pueden relacionarse con algún aspecto del amor, no lo agotan.

Existen estilos de amar muy diferentes, por lo tanto, es importante que se comparta algo del estilo propio con quien se busque entablar una relación. Del mismo modo, se requerirá ser receptivo para conocer otro estilo con la finalidad de lograr la compatibilidad.

Algunos tipos de amor:

Amor romántico. Tiene calidez, sentimentalismo. Maneja todo tipo de emociones intensas, tiende a ser idealista y  el objetivo es buscar una “media naranja”, alguien con quien completarse.

Amor amistoso. No es tan intenso, sino calmado. Es menos romántico, por lo que tal vez el erotismo y el sexo no son centrales. Es estable y respetuoso; menos demandante y más realista.

Amor compromiso. Sigue normas y reglas concretas; más que interesarse en mucha intimidad, gusta de tener acuerdos convenientes y explícitos.

Amor práctico. Ve a la pareja de manera más realista; decide de forma racional mediante la elección de alguien de la misma religión, ideología política y con pensamientos similares respecto del manejo del dinero y la educación de los hijos, entre otras cosas.

Amor entregado. Centrado en el otro, en el deseo de ayudarle a satisfacer sus necesidades.

Amor cultivado. Aquí se trata de regar, cuidar y cosechar. Si se descuida la cosecha no se dará.

De alguna manera, cada persona tiene una mezcla de estos estilos. Conocer y entender la propia mezcla de creencias, necesidades y expectativas acerca del amor hará más fácil comprender qué tipo de amor se busca, así como relacionarse teniendo claro cuál es la línea propia y cuáles son sus límites correspondientes.

Hablar de amores es integrar la diversidad; saber que no todos queremos ni necesitamos lo mismo en una relación. Y lo más importante, hablar de amores es darle lugar a otros en su diferencia y hacer de la experiencia amorosa una vivencia de frescura, expansión y crecimiento, y no un tormento de sometimiento y desilusión.

Hoy es responsabilidad de cada persona como individuo en busca del tan ansiado amor crear la consciencia necesaria para conocer qué tipo o tipos de amores buscamos y podemos ofrecer y así dejar de ir por la vida culpando a sus parejas, las mujeres o los hombres o a San Antonio porque no les manda novio.

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